La compañía aragonesa ARPA, referente en soluciones móviles para defensa y emergencias, avanza hacia su tercera generación manteniendo intacto su compromiso con la innovación, la sostenibilidad y la resiliencia empresarial.
Desde una cocina de campaña a una planta de hidrógeno, de los primeros hornillos para el ejército a soluciones punteras para la emergencia humanitaria. ARPA Equipos Móviles de Campaña tiene más de 50 años y sigue reinventándose sin perder su esencia. Una empresa aragonesa que ha hecho del ingenio una forma de vida y que hoy, bajo la dirección de Clara Arpa como CEO, avanza con paso firme hacia una nueva etapa: la de su tercera generación, representada en esta entrevista con HOY ARAGÓN por sus hijos Clara y Antonio (Titin) Labarta.
ARPA nació en los años 60 con un producto que se convertiría en emblema: la cocina de campaña, un elemento indispensable para ejércitos, ONGs y misiones humanitarias. Fue el punto de partida de una trayectoria que no ha dejado de evolucionar. “De una cocina de campaña a un campamento entero”, resume Clara Arpa, actual CEO. “La innovación en ARPA no se detiene. Hoy trabajamos en proyectos de hidroponía, generación atmosférica de agua y soluciones que parecen del futuro, pero que tienen sentido en el presente”.
La historia de ARPA es también una historia de riesgos asumidos y aciertos visionarios. Clara Arpa tomó las riendas de la empresa familiar con una clara intención: ir más allá de lo que el mercado exigía. “En algunos casos incluso nos hemos adelantado demasiado. Pero si no te anticipas, si no diversificas, estás fuera. No puedes quedarte en lo que ya sabes hacer bien”, añade.
Ahora son sus hijos, Clara y Antonio, quienes comienzan a ver su futuro vinculado a ARPA en la dirección de la empresa familiar y como la tercera generación. Ambos han crecido y han trabajado en ARPA entre prototipos, contenedores desplegables, montajes en zonas de conflicto y misiones logísticas en medio mundo. Pero también lo han hecho en la cultura de la responsabilidad. “Lo que más respeto impone es la gente que trabaja aquí. Las personas que hacen que esto funcione cada día”, reconoce Clara Labarta. “Sabemos lo que es la incertidumbre, lo hemos vivido desde dentro. Pero también sabemos cómo afrontarla”, insiste.
Antonio Labarta, por su parte, recalca la importancia de adaptar el legado al contexto actual: “La empresa familiar no es una obligación, es una elección. Hay que encontrar tu espacio y desde ahí decidir. No se trata de copiar el pasado, sino de integrarlo con la forma actual de entender la empresa. Hoy hablamos de propósito, de impacto, de nuevas culturas organizacionales… ya no se trata de corbatas o jerarquías, sino de mezclas: de sudaderas y de responsabilidad”.
Ambos coinciden en que el mayor aprendizaje de su madre ha sido la capacidad de resistir y crecer incluso en los años más difíciles, algo que consideran clave para liderar una organización en tiempos tan cambiantes como los actuales.
Innovación con mirada global
ARPA ha apostado durante décadas por tecnologías que entonces parecían lejanas y hoy son una necesidad: hidroponía, hidrógeno verde, autosuficiencia energética, sostenibilidad logística. Muchos de estos proyectos siguen en fase de desarrollo, pero la semilla ya está plantada. “La innovación cuesta. Y además no todo se traduce inmediatamente en resultados económicos. Pero si no apuestas, no llegas”, insiste Clara Arpa. “Y si puedes adelantarte al futuro, mejor”, remarca.
En el sector público, sin embargo, no siempre hay margen para estas apuestas. Los procesos de licitación, según denuncian desde la empresa, no siempre favorecen a quienes llevan décadas invirtiendo en calidad y soluciones sostenibles. “Hay concursos públicos que se quedan desiertos. O presupuestos tan bajos que ni cubren costes. Y mientras tanto, empresas sin infraestructura se llevan contratos que no pueden ejecutar con solvencia”, afirma Antonio Labarta.
Esta situación ha llevado a ARPA a abrir nuevas líneas con empresas privadas que sí entienden la inversión en tecnología como una prioridad.
Defensa y emergencia: el negocio esencial que cobra fuerza
Una de las principales áreas de actividad de ARPA es el sector de la Defensa y la protección civil, en el que suministran desde hospitales de campaña hasta soluciones de agua, cocina, aulas móviles o instalaciones habitables.
Clara Arpa es tajante al respecto: “Durante años, Europa ha delegado la defensa en Estados Unidos. Eso no puede seguir así. La historia nos lo ha enseñado: siempre aparece un Hitler, un Putin, alguien que cree tener derecho a todo. Hay que estar preparados”.
ARPA defiende la creación de una coalición de empresas del sector defensa para actuar con rapidez ante emergencias como pandemias o catástrofes naturales. Ya lo hicieron durante la DANA en Valencia o en la pandemia del COVID-19. “Los ejércitos son, en realidad, las ONGs más preparadas del mundo”, recuerda Clara Labarta. “Y en muchos países, ni siquiera hay hospitales de campaña modernos. Es incomprensible”, subraya.
La empresa propone formalizar estas alianzas mediante consorcios o convenios con el Ministerio de Defensa, para garantizar una respuesta eficaz, coordinada y con recursos nacionales.
El reto de sostener el talento
Uno de los mayores valores de ARPA no está en sus patentes, sino en su equipo humano, altamente especializado, técnico y comprometido. La tercera generación tiene claro que la clave del futuro pasa por cuidar y evolucionar ese capital. “Nuestros equipos tienen un nivel altísimo. Pero para seguir siendo punteros hay que ser más eficientes, integrar nuevas tecnologías y adaptarse a los nuevos ciclos productivos”, reflexiona Clara Labarta.
Y aunque muchos proyectos del pasado no llegaron a ver la luz a tiempo —como el uso de hidrógeno o la hidroponía aplicada—, desde ARPA tienen claro que se trató de inversiones estratégicas a largo plazo. “Lo importante es haber estado ahí desde el principio. Ahora muchas de esas tecnologías están despegando, y nosotros tenemos ya el conocimiento acumulado”, afirma Antonio Labarta.
El futuro de ARPA pasa por consolidar su presencia internacional, diversificar líneas de negocio y profesionalizar aún más la estructura. Pero también por seguir siendo lo que siempre ha sido: una empresa familiar con alma innovadora.
“Estoy convencida de que ellos están preparados. Tienen la capacidad, la formación y el empuje”, dice Clara Arpa sobre sus hijos. “Yo solo espero poder transmitirles todo lo que he aprendido para que el camino les sea algo más corto. Aunque sé que tendrán que tropezar por sí mismos. Todos lo hemos hecho”.
En un mundo lleno de incertidumbres, ARPA se ha convertido en un caso de estudio: una pyme familiar que ha sabido proyectarse globalmente sin perder su esencia. Una empresa que, más que vender productos, diseña soluciones para un mundo que cambia cada día. “La clave está en mantener la esencia de lo anterior, pero con la visión del futuro. Y en eso estamos”, concluye Antonio.